Playa limeña

Playa limeña

27-07-23

playa limeña

Sentado con los brazos hacia atrás veía el mar confundiéndose con el cielo, estábamos sobre una manta color blanco que nos defendia de la arena. Esa arena que suele tener esos rasgos de su cielo limeño: gris, opaco, frío, húmedo. Que te hace sentir en una garúa solitaria de abril, que te hace recordar esos besos que no diste bajo la protección de una sombrilla en uno de esos quioscos de barrios coneros, y luego que esa persona te abandonó regresas al mismo lugar, con la misma garúa, pero con diferentes aguas y te das cuenta que ya no tienes su mano, si no solo una caja vacía de puchos y ves al cielo preguntando ¿Dónde estará?, y solito te respondes que hasta las gotas están jodidas en Lima. Pero ese día la arena no estaba así, Lima no estaba así. La arena estaba viva, amarilla y por consiguiente Lima también. Lima estaba de colores. Lima estaba iluminada, sudando tiernamente para darle vida y color a su piel barnizada. Moviendo sus brazos a su rostro, refrescándose en la sombra que brindaba mi torso. Ella, Lima, movía sus piernas, piernas brillantes, suaves. Que mis manos las apretaba y sobaba tan lentamente como avanzan los carros a las 6pm por Javier Prado. Lima moviendo sus piernitas las abrió unos pocos centímetros y las hizo chocar con mi cuerpo, deje de mirar el mar y mire fijamente a Lima, mi Lima, mi Lima de verano, y ella me sonrió. -Tus ojos brillan con el sol- me dijo Delia, mi Lima, mi desorden, mi... -No, no creo que sea por el sol, creo que es por ti- y le di un beso que combinó nuestras ropas y cansancio con humedad, esa humedad asmática que tienen esas calles sucias de Lima. Ahora era imposible que Lima se escude de la arena, ya que con mis manos separé sus gemelos y se combinaron con la playa. Me eche en ella y sin hablar le interrogue desesperadamente ¿Eres tú mi Lima? ¿ Eres tú mi Lima? Si, me respondió su noche bohemia que se abría ante el inmigrante que no había parado en un bar desde que comenzó su viaje. Si, me respondió otra vez su noche bohemia que se abría ante él universitario de ropas tristes que nunca dedico ese poema bajo la protección de una sombrilla en uno de esos quioscos de barrios coneros. Así que me adentre y me acurruque en su calidez. Mire sus montañas, estaban salpicadas de arena, Si, efectivamente, eres mi Lima. Que bellas lomas Dios mio Lima ¿En qué momento te corrompiste? En qué momento mi inmigrante quiso regar en tus lomas sus habitantes. Lo peor que te dejaste, lo peor es que quisiste. Y cómo no ibas a querer si hasta podía sentir lo que sentiste en tu sentir y por eso mi cuerpo estalló en el cálido secreto que daba el camino de tus montes que formabas utilizando tus manos. Subí mis ojos, los ojos que Lima siempre decía “brillan con el sol” y observaron tus labios, suaves como un suspiro. Suaves como tus postres Lima, con esa textura aterciopelada y esponjosa, con un toque dulce cuando pasa mi lengua. Dulce como tus postres Lima. Agarré tus manos, las separé y las apreté haciendo que se enterraran con las mías en la arena. Lima ahora te combinas con el polvo, como tus calles, tus casas, tus salas de estar que una señora limpia todos los sábados en la mañana con una escoba vieja. Me suspirabas, me hablabas al oído, Lima. Tan intermitente como la bulla de tu tráfico, tan ruidosa como los gritos de tus mercados. Pero tu no me sofocabas con el ruido, me alentabas, me apresurabas, me susurrabas mi nombre y yo respondía con el tuyo hablandole a tu cuello. Me dabas afirmaciones, gritabas las afirmaciones para luego besarme y morderme y así otra vez. Lima, me estabas volviendo loco, eras un monstruo de mil cabezas que me atormentaban de tantas sensaciones. Tu cuerpo se estiraba como se estiran tus fronteras por cada nuevo asentamiento, tus piernas temblaban como tiemblan tus estadios y decias si si Y yo no no, no Lima, si eres mi lima, pero yo no soy tu habitante, no soy tuyo Lima ¿Donde estarás a quien soy suyo? Tal vez nunca lo sabré, tal vez nunca viajaré otra vez a ese lugar, tal vez nunca te veré otra vez, tal vez nunca volveremos a estar en esa plaza o en ese parque en donde solo nos quedan fotos de ese chocolate. Espero verte y me arrepiento no haberte podido besar y abrazar tanto la última vez. Y Lima cerró sus piernas en mi espalda, como lo hace con sus calles en el momento más ferviente de la agitación de una manifestación, pero ella no lo hace para calmar su cuerpo, si no para encenderlo más, no solo el de ella, sino también el mío. Así que junta su cuerpo con el mío y di un largo suspiro. No puedes escapar de Lima, no podré regresar a ti (espero que no sea por ti).