Una corta experiencia de mi primer trabajo

Una corta experiencia de mi primer trabajo

11-03-24

Hace casi dos meses fue la primera vez que me despidieron, o mejor dicho: La primera vez que renuncié. O aun mejor dicho: La primera vez que me impusieron renunciar. Aunque suene algo bastante peculiar, asumo que es una experiencia muy común entre jóvenes de mi edad, dieciocho años, y que también cursan en alguna universidad o en algún instituto. Y llega el momento, en el que algún conocido cercano o familiar los contrata para que ganen sus primeros pesos por sí mismos en una empresa. Sin embargo, tiempo después, el mismo que te contrato, te extirpa de esta entidad privada, como si tu fueras un barro de acné en la cara de esa empresa que hace el papel de un adolecente pajero. En mi caso, fue mi propio padre quien me contrató, y luego fue él mismo quien me despidió. Pero sin importar que sea tu padre, tu madre, tu hermano o tu tío lejano, te tiene que sacar si o si el mismo que te trajo, que te contrato. Ya que en este país si no conoces a alguien con un poco de poder o influencia: no eres nadie. Aún peor si no tienes dinero. Aún peor si necesitas ese dinero para ayudar a tu madre con alguna enfermedad. O aún peor si lo necesitas para comer. Se lo dice alguien que lo cagaron varias veces. Y si no tienes nada de eso, solo conseguirás que te exploten, que te destripen y esos empresarios trajeados solo dejarán tus huesos. Ya que aquí en el Perú, o por lo menos en Lima, que para muchos desentendidos que alucinan que la civilización acaba cuando pasas la Bolichera de Surco, o que piensan que progreso se ve sólo en términos de concreto y nada de árboles, dirán que es lo mismo Lima = Perú y que no es lo mismo Puno = Perú. Pero volviendo al tema, no me quiero desviar mas: Aqui en Lima el que te jode no lo jodes y al que no te jode lo jodes, porque aqui nadie se va sin joder o ser jodido.

En fin, me imagino que varios chismosos se preguntaran cuánto ganaba y que hacía en mi primera corta experiencia de trabajo, pero voy a mencionar antes del “cuánto ganaba”, mencionare el “que hacía”. Porque por supuesto, la gente decente de Lima solo sabe medir a través del dinero y no a través del esfuerzo ( pero la verdad, tampoco es que hice mucho de esto último).

Comencé esta chambita entre septiembre y octubre, obviamente por “Recibos por honorarios". Porque, qué joven estudiante de una universidad trotskista, digo, nacional, va a querer que una empresa de aburguesados te coma tu GRAN esfuerzo con sus tentáculos pegajosos de aefepes. Ja, mucho menos voy a querer que me lo quiten en impuestos. Al ingresar en el primer día, no sabía nada de nada, solo sabía que trabajaba cuatro horas diario hasta el viernes y no los sábados, y que tenía que responder mi móvil sin importar la hora o que estuviera haciendo, así estuviera en pleno cache debía siosi contestar, esto último me jodio un poco, pero que se iba a hacer. Ya que no sabía hacer nada de nada, todo el primer día fue de enseñanza, luego todo el segundo día también fue de enseñanza, la primera semana fue de pura capacitación. ME ESTABAN PAGANDO POR APRENDER. Que bueno es ser el jodedor y no el jodido aquí en el Perú = Lima. Luego de estas capacitaciones me dediqué a armar hojas de cálculo, varias hojas de cálculo, demasiadas hojas de cálculo con datos de innumerables clientes. Y mientras armaba me decía Carajo, son como cuarenta clientes cada día, cómo doscientos a la semana y muchos más al mes. Y yo solo ganaré lo que cuestan veinte clientes. Y mis compañeros que trabajan ocho horas (eso espero) solo ganaran lo que cuestan poco más de cuarenta clientes. Y con un vértigo que hizo temblar mis pies, me dije “La plusvalía exciste” y me reí.

Para los interesados, la empresa donde laburaba se encargaba de vender servicios de tecnología a otras empresas. Y esto era bastante delicado, ya que si había un error en el servicio, el cliente podía dejar de producir correctamente y generar conflictos muy grandes con la compañía que nos dejaba vender sus servicios. Intente ser bastante meticuloso en mi trabajo, pero sin importar que hiciera la cagaba casi siempre, desde mi primer dia de acción hasta mi ultimo dia de servicio. Y cualquiera diría que probablemente fueron cagadas sin importancia, pero eran cagadas gordas de verdad. Mandar a bajar o ser el ejecutor de la baja total a clientes sin ninguna deuda o eliminar por completo el respaldo de toda su información de una empresa. Gracias a Dios, la mayoría de estos problemas tenían solución y se pudieron arreglar. Pero obviamente eso no me iba a librar de una pequeña puteada por parte de mi apoderado al término de la jornada, jornada virtual, porque si, la chamba era virtual. Pero eso no quita que haya ido a la oficina una que otra vez para conocer a mis compañeros de trabajo y mis demás jefes o superiores, donde la primera vez fue bastante tranquila y a la vez aburrida y la segunda, la segunda se las contaré más adelante.

Y así pase buen tiempo, cagandola y descagandola. Tiempo casi clandestino, porque no le había mencionado a casi ninguno de mis conocidos que había empezado a trabajar, y me quería ahorrar la pregunta “¿Y cómo encontraste trabajo?” de mis compañeros de universidad. Para responderles tímidamente “fue gracias a mi papi”. Carajo, suena muy feo, muy a niñato, muy a idiota. Te terminan diciendo “Ay este pequeño burgues privilegiado que no sabe aprovechar sus oportunidades porque siempre lo veo tomando en vez de estudiar”. Pero no es mi culpa, no es mi culpa que en este caso, solo en este caso, fui uno de los que joden y no el jodido. Pero tampoco se crean que soy un pequeño burgués o algo así, nada que ver. Aparte que la paga, no era mucha, no me alcanzaba para casi nada. Y mi padre lo sabía, mi padre sabía que en este país Peru = Lima, mi sueldo de quinientos y pico solo me iban a alcanzar para mis pasajes a la universidad y una que otra comidita o salidita. Por lo menos fue consciente, por lo menos sentí que él me seguía viendo como hijo y no como capital humano barato altamente desechable. Así que mi sueldo, mi pequeño sueldo lo gaste en unos cuantos cigarrillos, preservativos y libros, especialmente libros. Ahora probablemente tendré ¿Quince libros pendientes? ¿Trece libros pendientes? No los quiero contar, pero más de once, seguro. Y lo que no gasté lo fui ahorrando, que fue un monto considerable, pero ahora solo queda una tercera parte de lo que tenía.

Corrección de la última línea que escribí ayer: Casi una tercera parte de lo que tenía, hoy en el ocaso del día, acabo de gastarlo en otro libro, una coca-cola y un par de unidades de Lucky Strike.

Luego de mis primeros meses de trabajo, gracias a esta gran sociedad meritocrática que es Lima = Perú ≠ Puno, que recompensó mi gran esfuerzo y sacrificio de ir solo una vez a la oficina, con la “consolidación” mi puesto en esta empresa. Así que, tu pequeño lector, que se siente altamente reemplazable en su puesto, y la última vez que quiso un aumento, su jefe abrió la persiana americana de su despacho y les dijo “Cuantos desearían tu sueldo por lo que haces”. Ustedes mi querido publico, que se levantan a las seis de la mañana de lunes a sábado o regresan con el corazón en la garganta a las once de la noche a sus casas, lo están haciendo mal ¿dormir más de seis horas? ¿Qué estupidez es esa? Ustedes deberían tomar de ejemplo mi gran esfuerzo meritocrático. Ustedes si quieren eso que desean por el hermoso capitalismo tardío, tendrán que ser los primeros en llegar y los últimos en irse, así se queden dos horas más de trabajo. ¡MERITOCRACIA, SI SEÑOR!

Anyway, regresando al tema. Ya con mi puesto consolidado y al darse cuenta mi jefe (mi padre) que con un brazo más no era suficiente para cubrir toda la demanda, intuyó que sería una buena idea contratar a otro empleado. Y así fue que se tuvo que hacer una intensa y muy limpia competencia por el puesto, entre un desconocido totalmente apto para este oficio y mi mejor amigo de la universidad, Alonso.

Recuerdo que ya en diciembre fui con Cajacho, así le decía yo y otro compañero de revueltas a Alonso por sus rasgos peruchos y europeos. Después de estar leyendo una tarde en el bosque de la Facultad de Letras, yo leía “Los Justos” de Camus y creo que él “Muerte en Venecia” , fuimos a la oficina, él por primera vez, yo por segunda. Iban a organizar un pequeño almuerzo navideño entre todos los trabajadores de la empresa. Así que llegamos, pero aun no venía mucha gente. Saludé a mi padre y mi padre saludo a el que asumió que era Alonso y efectivamente le dije “Padre, él es Alonso” Ahh hola Alonso ¿Como estás? Que bueno por fin conocerte. El gusto es mío señor. Ya te dije, no me llames señor, llámame por mi nombre, Alonso. Mi padre y Alonso fueron a un pequeño salón de reuniones donde estaban otros chicos y chicas, pero antes que yo entrara, justo acababa de llegar el ¿dueño? ¿gerente? ¿CEO? de la empresa y me pidió que lo ayudara a subir la comida. Cómo no, señor. le dije. Baje, pero él antes de bajar recibió una llamada. Peter (así se llamaba el ¿dueño? ¿gerente? ¿CEO? de la empresa) empezó a gritar al teléfono, y él “Puta eres un huevon, conchasumare ¡¿Que has hecho?!” y yo “conchasumare, creo que hay problemas en el paraíso” y para cuando termine de subir las cosas ya había acabado la llamada y lamentablemente no pude escuchar nada -¿Ya esta?- me preguntó. -Si- respondí. Entramos los dos a la sala de reuniones, pero el solo saludo a todos y se despidió: Hay unos problemas con Matiitas, ya regreso, vayan a comer al patio, mejor chicos. Luego una de mis compañeras dijo riendo -Ay, pensaba que le estaban gritando a Diego-. - No, nada, había recibido una llamada el señor Peter-. -Si, ya decía, dentro mío me preguntaba ¿Y tu papá no va a hacer nada?- dijo otra chica. Y voltee la mirada entre risas y se paró mi sonrisa y corazón, la acababa de mirar, de mirarla por primera vez. Sus cabellos rubies, con sus lentes negros oscuros que combinaban con su mirada parda. Y fue la primera vez que me enamore a primera vista, la primera vez que volé a las estrellas sin moverme de una triste silla negra de plástico y la primera vez que quise acariciar desesperadamente el sol, sin importar quemarme por tu fervor de veinticinco años. Le pregunté a Alonso su nombre de esa chica, ya que mi estimado compañero había estado más tiempo en esa sala que yo. Y me respondió ya en el patio que se llamaba Camille.

Empezamos a almorzar y hacía el desmesurado esfuerzo de no mirarla tanto, que no se diera cuenta que me había flechado mirándome solo por medio segundo. Me concentraba en la comida, en el chifa, en el arroz chaufa, en el chancho, pero nada. Era en vano tanto esfuerzo. Empecé a hablar con Alonso (se sentó al lado mio), y de un momento a otro terminó el almuerzo y empezaron a hacer jueguitos. Solo recuerdo uno: tirar una pelotita de plástico desde una distancia considerable hacia un par de vasos (cada vaso tenía billetes de diferente valor). Jugo primero unos patas que no conocía, creo que eran del área de soporte de la empresa, y ninguno de ellos consiguió acertar a algún vaso. Luego le tocó al equipo de ventas, el de aquella chica, pero lamentablemente solo una de sus compañeros consiguió llevarse 50 soles. Después de ese equipo siguieron unos cuantos más que no recuerdo hasta que llegó mi turno. Tire la bolita, rebotó en la mesa y, y llegué a llevarme 20 soles, el monto más bajo que había, pero obviamente prefiero llevarme eso que llevarme nada. Luego le tocó a Alonso y a este le tocó ¡Cien soles! conchadesumadre. Mano virgen, le dije. Él se rió y yo también. Siguieron dos compañeros más de mí mismo equipo hasta que le tocó a mi padre ¿Dónde estaba? ¿En qué momento desapareció? No le tome importancia, pero pasó media hora y no lo veía. Me serví un vaso de gaseosa y Alonso me siguió, empezamos a hablar, hasta que el señor Peter nos dijo ¿No quieres unas chelas Diego o tu Alonso? yo solo atiné a reírme amablemente ¿Donde estarán las pilsen, carajo? preguntó en voz alta Peter. Willy¿ Dónde las pusiste?. Están en la refri, escuche una voz femenina que no reconoci. Diego, un favor traelas pues. Está bien, no se preocupe, dije y Alonso se quedó solo. Fui hacia la habitación del fondo, ahí estaba la refri, un microondas y una mesa para que la gente pueda comer, antes de llegar me desvié un poco por el camino de los baños, quería mear y al intentar abrir la puerta, plop. Estaba cerrada. Que raro… suspire. Fui hacia la refri y me pregunté ¿Sacó dos o tres six packs? Obviamente los señores iban a tomar, a lo mucho dos contando con nosotros en una hora y pico, entonces no era conveniente sacar un tercero, porque sino se calienta, aunque fácil uno que otro borrachin quiera tomar de más: Pero hay que quitar a Cajacho de esta lista, porque el se emborracha con gaseosa y no toma ni una gota de alcohol, y también a mi, que no quería tomar nada. Sin más rodeos saque tres sixpack, si se calentaban, pues fue, sacaban otro helado y metían el caliente. Puse los tres paquetes en mis brazos y salí de este “comedor”. Pase por el pasadizo del baño y Ay peinate un poco, escuche la voz de Camille. Aquella bella muchacha salió del baño con un tipo gordinflón que le decía “Ya,ya,ya esta bien, corre ve tu primero y al rato salgo” tenía la voz de mi padre, lo vi bien, tenía la misma camisa, los mismos pantalones, los mismos gestos. Me acerqué para poder ver mejor y tenía el mismo olor, las mismas facciones. No puede ser ¡Era él! Mi aliento se separó de mi cuerpo, mis ojos se quedaron inmóviles y mis ilusiones otra vez desechadas ¿Que fue chibolo? dijo mi padre riendo. Mi corazón cayó en el piso y embarro la habitación todo de sangre melancólica. Y estuvo así por unos pocos días la verdad, para que mentir. Pero mi sorpresa de que mi propio padre me haya atrasado es fatal. Tal vez toda esta estúpida historia de mi primer despido por mi propio padre solo es una excusa para contar mi primera desilusión de mi estupido trabajo.